Ir al contenido principal

PAPELES PÓSTUMOS DE "ROJO" (LIX)


 

 

No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.

Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:

https://www.facebook.com/independiente.trashumante

Su título es:

PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)

 

 (Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)



***

 

SEGUNDA PARTE
 
 
Me veo obligada sin que nadie me lo haya pedido a hablar sobre Daniel ahora que lo echo tanto de menos. He leído su informe, o su novela, o lo que sea que quieran ser esos papeles suyos sobre la relación con Luis y con Lucía, mi querida hija. He llorado con sus palabras porque el recuerdo es ahora un duro y puntiagudo cuerno vacío, de esos que se usan como adorno o que son recuerdo de algún extraño viaje. Le oculto a Lucía todo lo que él escribió y lo que yo comienzo a grabar ahora porque comparto su pena, aunque nunca hasta este momento le haya demostrado mi debilidad por Daniel. Bastante era que ella lo amara de esa forma tan intensa que nunca comprendí precisamente en ella, educada por mí y por su padre en otros valores menos melifluos y más acordes con la dureza de la vida. Aunque…, quizá esto no sean más que teorías y nuestro cariño haya desmentido cualquier planteamiento práctico de su padre y mío respecto a ella.
 
 
Pero no, no quiero hablar sobre Lucía sino sobre Daniel, ese hombre tan lleno de sensibilidad que llegó a repugnarme un tanto al poco de conocerle. Procuré que no se me notara, y más cuando Damián estaba encantado con él, siempre tenía ganas de charlar con Daniel, aunque no sé si eran correspondidas. Yo creo que Damián, con su carácter franco e irónico, le imponía un poco.
 
 
Yo, por mi parte, llegué a quererlo mucho, aunque nunca supuse que sentía por mí esas querencias de las que habla en su escrito… De nuevo me emociono. Me hago vieja, está claro, nunca expulsé tantas lágrimas como ahora y nunca pensé que me enfrentaría a una situación como esta.
 
 
¿Por dónde empiezo? Quizá venga bien hacerlo, para justificar estas palabras dichas, que pretenden continuar las de Daniel, por el día en que conocí a Luis, o por el día en que Daniel me habló por primera vez de él. Será mejor esto porque guardo un recuerdo imborrable (qué cursi y tradicional puedo ser) de ese día, del día del cumpleaños de Daniel, delante de la tarta aún sin encender las velas, cuando él dijo “como callaría Luis… mejor me callo”. Estas palabras se me quedaron grabadas. Las recuerdo hoy como si las estuviera escuchando en estos momentos, con esa voz tan viril a la vez que dulce de Daniel, con ese timbre bien ajustado y modulado de timidez que tanto me gustaba desde que lo conocí, aunque me conducía hasta un punto de desconfianza hacia él que nunca quise revelar a Lucía y que nunca se demostró válido. Pero para mí esa pequeña llamada a la desconfianza nunca desapareció, en alguna conversación creo que Daniel llegó a notar mi pequeña falta de confianza y creo también que la atribuyó a mi cariño protector respecto de Lucía y no a lo que él destilaba directamente en mí. Ahora quisiera no haber sentido aquello. ¿Y por qué? Él ahora no puede oírme. Bueno, estamos llenos de un pudor irrefrenable que nos gobierna, a pesar de nuestra aparente libertad; quizá ese pudor nos proteja de que los demás no vayan a aparecer en nuestro entierro. ¿Y qué más da ya? No, parece que sí importa, parece que aún queremos controlar cómo será nuestro entierro, o nuestro funeral, como si fuera un acto aún nuestro y no es más que un acto de los demás para poder olvidar sin pudor, como todos se olvidarán de mí, aunque quizá en alguna reunión se acuerden de algún dicho u ocurrencia de las mías que tanta gracia les hacían.
 
 
Bueno, volvamos a lo que quiero recordar.
 
 
(Continuará)

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

EL MAR EN FEMENINO

El mar acepta todo y escupe muchas cosas. En la línea de costa, sobre todo en las playas, se produce el indefinido intercambio entre mar y tierra, entre mundos vitales paralelos que se interpenetran de una forma amable y que parece incluso ordenada. Entre mar y tierra en el Atlántico marroquí pasea la hermosa mujer que se ha separado por un momento de su pareja, como si fuera libre, y parece absorber, cubierta su natural belleza con multitud de telas, el paso del brillo del sol en las aguas atlánticas al brillo del astro en el cielo. En su mirada y en sus delicados andares parece posarse el difuso horizonte marino. Su delicadeza se convierte en pregunta para el fotógrafo viajero. La pregunta habla de su felicidad en libertad y de si es posible ser feliz sin ser libre. Al fotógrafo le gustaría saber si el aparente amor que muestra discretamente hacia el hombre que va con ella no estará demasiado condicionado por lo que simbolizan las telas que la cubren y no permiten aprecia