No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
***
II
Me gusta pensar que cuando nací un símbolo de nuestra civilización como la torre Eiffel, si se midiera su edad en términos humanos, era una anciana un tanto peculiar que todavía podía estar activa y en perfecta salud. Y me disgusta saber que ahora, en cambio, ese mismo símbolo ha superado cualquier edad vital posible y es ya solo un recuerdo de un pasado irrecuperable que no volverá, como una piel que oculta en sus pliegues la lozanía que le perteneció y que solo será recuperada por quienes se alimenten de ella cuando la nueva muerte, la última, haga su labor.
Dicen que mi nombre es Daniel. Desde siempre, esa eternidad mía por la que transito sin poder evitarlo, he sido llamado así por mi familia, por mis amigos, por mis compañeros de trabajo. Pero hubo un pasado, el del colegio, en el que yo era “Rojo”, el apellido que recibí de mi padre. Fue lo mejor que me ocurrió en aquel colegio gris de ladrillo tan encarnado como mi apellido, tan poco estimulante para mí como mi nombre, y que, con su solidez y vocación de eternidad, convirtió la etapa de mi niñez en algo demasiado prolongado, algo que continuamente deseé terminara y que se alargó increíblemente, y en unos momentos además en que yo no sabía nada de lo que supone la duración. Una duración que hoy puede que eche de menos, pero eso es otra historia dentro de esta que no sé si será contada.
Desde que salí del colegio al mundo, cuando por fin mi deseo se vio cumplido de una forma tan natural que no supe disfrutarlo, cuando salí, o entré en mi propia experiencia o búsqueda, y empecé a creerme que yo era alguien, como le ocurre a casi todo el mundo, comencé a echar de menos ese color de mi apellido que me identifica y me acompaña.
Dice Alfonso que un recuerdo asumido, como un volcán lo es de una erupción, es un resto tremendo y enérgico dispuesto a amenazar el futuro y a afirmar el pasado con sus rocas imponentes y su cráter que recuerda un renacer trágico, un hecho que llegará a producirse en un tiempo desconocido e incognoscible, un hecho que mientras no ocurre es un consuelo y cuando sucede es un drama lleno de oportunidades.
(Continuará)
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