Ir al contenido principal

PAPELES PÓSTUMOS DE "ROJO" (VIII)


 

 

No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.

Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:

https://www.facebook.com/independiente.trashumante

Su título es:

PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)

 

 (Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)

 

***

 

Cuando llegué aquí, todavía niña, después de que la muerte me separara de mi madre de una forma tan brusca que todavía no he podido digerirla, después de que la masculinidad de mi padre me abandonara con idéntica brusquedad, pude ver y sentir que el mundo femenino también existía y que no era aquel de mi pequeño pueblo, el barrio insertado en la ciudad del que yo casi nunca había salido, quizá solo en sueños. El mundo, todo lo que no era mi mundo, consistía en la vista del río y las fábricas, y en un elefante pacífico con el que soñar. El nuevo mundo femenino, ¿qué era? Las sonrisas de la familia de mis nuevos padres no eran las de las vecinas de las calles del cerro. Eran alegres, pero no tenían color, su alegría parecía referirse a ellos mismos, a sus cualidades, no a mi presencia. En la comisura de las sonrisas de mis nuevos padres había algo que hoy creo que expresaba la ausencia de hijos anteriores a mí. Y Matilde, la vecina de mi madre, la del cuarto C, que casi todos los días aparecía por casa con algo que contar y mucho que escuchar, no tenía la presencia de la señora Florinda, su redondez encarnada y tierna, su empuje y valor tan femeninos como sabedores de la escasa utilidad masculina.

Me acostumbré, dejé de echar de menos aquel mundo de mujeres redondo y pleno, incluso llegué a pensar, o a sentir, que la vida que ahora me rodeaba y en la que iba a vivir siempre, o eso creía, era mejor que aquella de la que yo procedía, por más organizada, por más benévola con todos en su aparente amplitud, aunque falta de aquellas mañanas de la plaza femenina. Lo llegué a pensar y se ha hecho realidad, de una forma diferente a lo que pensé al principio de venir aquí, de una forma más flexible y más dura, como construida de madera; una forma que hoy me permite recordar aquellos días infantiles con una nostalgia que supongo se parece a la de cualquiera que no haya vivido la peculiaridad de haber nacido a un lado de un océano, con una familia que ya no es la suya, y haber crecido al otro lado del mismo océano con otra familia, en una ciudad que aunque también puede que tenga un pueblo dentro de sus límites ya no es el mío, ni siquiera vivo en él, y por el que paseo como una visitante, no como aquella niña que soy y que desea ser siempre, fuerte y serena, aunque quizá algo nostálgica sin que nadie lo sepa.

 

(Continuará)

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL OCASO, LA AURORA

  Por muy hermoso que pueda ser un atardecer en Praga, en el Río de la Plata o en el Sahara, el amanecer nos espera como una puerta abierta a cualquier posibilidad que podamos inventar, sirviéndole de alternativa. Su belleza se encuentra en su potencialidad luminosa y en el ofrecimiento que nos hace de seguir caminando, incluso aunque solo sea en círculo. Y nuestro deseo de luz no se produce para que quede iluminado algo que pertenece al pasado, como en la imagen hoy irrepetible, que ha sido aniquilado cumpliendo el afán destructivo que caracteriza hoy las sociedades humanas y que pretende sustituir el afán de renovación que caracteriza nuestros mejores momentos.  ¿Cómo diferenciar la aurora del ocaso? Solo podemos hacerlo gracias a nuestra disposición a vivir o a descansar, a olvidar, a recordar y a renovar la vida en su constante cambio y en su permanencia inestable, la que proporciona esos momentos de felicidad que dan sentido al recorrido circular

COMUNICARSE

Desde que comenzó el año he dedicado parte de mi tiempo a compartir con quien le interese una de mis pasiones, la fotografía, gracias a la existencia de comunidades en la red que permiten hacerlo con personas de cualquier parte del mundo. Está siendo una gran experiencia por lo que supone contemplar lo que produce esa misma pasión en otras personas y lo que sugiere en ellas el producto de la mía. Resultado de esa agradable experiencia es que uno, sin pretenderlo, llega a conocer lo que más gusta a otros de lo que produce. Una curiosa experiencia esta de la comunicación que pone en valor unas fotografías sobre otras y enseña lo que uno es capaz de comunicar aunque no lo pretenda. Dejo aquí algunas de las fotografías que más han gustado y que han hecho que yo aprenda y sepa algo más de lo que somos, queremos, apreciamos y disfrutamos quienes nos decidimos a comunicarnos, en este caso a través de la imagen: Cómo me alegró que esta fotografía, tomada a más de 4300 metros de

ACTUALIDAD CIUDADANA

El otro día me encontré llorando ante las noticias que llegaban desde París, ante la barbarie indiscriminada y ante las reacciones de fuerza y miedo de los ciudadanos por excelencia que son los habitantes de la extraordinaria capital de Francia. La tristeza es una reacción normal ante la violencia ejercida contra mis vecinos, en sus lugares de encuentro y en unas calles a las que amo tanto por vivencias personales como por ser calles emblemáticas de la convivencia ciudadana. Pero lo más normal puede que no sea lo más deseable. No me he encontrado llorando ante los continuos atentados con un volumen de muertos ya incontable en países como Irak, Siria o Líbano, países que parecen ajenos a nosotros pero de cuya historia también somos herederos, aunque lo olvidemos más fácilmente que la herencia de la ciudadanía creada y recreada en Francia y puesta en práctica durante siglos en las hoy azotadas calles de París. ¿Seguiré (seguiremos) sin tener la auténtica e íntima conciencia