No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
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Me cuesta nombrar la vida anterior a ella como “mi” vida. Sé que aquello, aquel tiempo, aquellas acciones, eran mi vida, pero recrearla en la memoria me resulta algo parecido a como si accediera a una vida leída a escondidas en un diario escrito por otro. ¿Debo contar aquí, en este otro posible diario narrado, lo que aquello fue, lo que consideré felicidad en aquellos momentos, los anhelos que tuve y que no coincidían con la vida deseada a posteriori que llevo con Lucía? Hubo familia, hubo niñez, hubo estudios, hubo, por desgracia, esperanzas, hubo mujeres. Hubieron viajes que luego supe que fueron puertas hacia ella. Hubo esa década dorada de los veinte años que ahora he de recordar como plateada, en este final de mi década de los cuarenta que he pasado entera con ella y que parece confirmar lo que desde los últimos años de la treintena se me apareció en forma de mujer, en su forma. Sí, porque Lucía es algo distinto a la mujer que uno se encuentra y con la que hace la vida, con la que resume la vida anterior y deja fluir la vida actual aceptando el horizonte de la decadencia futura. Ella es la que permite que hoy esté escribiendo sumergido en esa humedad que se suele llamar felicidad a pesar de los grises que me visitan de vez en cuando, que me interpelan melancólicamente molestando mi fluir o impidiendo que la redondez intempestiva que vivo con ella cierre su círculo sin solaparse con aquella otra vida anterior que quizá desee como recuerdo que confirma el presente, el presente que somos, que soy, el de una realidad plena que ha transformado aquello que fui.
El enamoramiento es el límite. Yo antes creía vivir en el límite y creía enamorarme, y creía que me había ocurrido varias veces. Cuando me enamoré de Lucía supe que ya no alcanzaría otro grado límite del amor, que lo anterior eran historias sentimentales llenas de limitaciones. Ahora, entonces, sí que me situé en el límite, el amor me colocó fuera de él, en sus fronteras, así lo he conocido y vivo desde entonces de esa forma. Una forma nada fácil, placentera dramáticamente, con una inestabilidad a la que accedo sin pretenderlo, como si me hubiera sido revelado el auténtico patrón de la felicidad y no supiera jugar con él. Difícil decirlo, llevadero y difícil vivirlo. Un tanto complejo en palabra y un tanto suave en vida. Una complejidad que aparece porque esta palabra que plasmo aquí es palabra solitaria, no como mi palabra pública que solo existe con ella, con Lucía, con su constante estar en mí por mi deseo y yo estar en ella por la atracción que me produce su existencia y mi leve intervención en ella me ofrece. No sé si estoy siendo muy claro o un poco oscuro, pero creo que este retorcerse de la palabra me dice y dice lo complejo de una situación de felicidad en la que participan dos personas.
La levedad es la intensidad con la que estoy junto a Lucía, el apasionamiento atemperado, aunque muy vivo, que me produce la sensación, la práctica, de que mi vida es incompleta sin ella. Alguna vez me lo he echado en cara, como si fuera aquel otro hombre de antes de conocerla, más complicado y menos completo.
No pienso nunca en su auténtica vida anterior, no la anterior a nuestro encuentro, sino la que precede a ella misma, cuando era tan niña y vivía con sus padres en aquel país lejano del que nunca habla. He querido comenzar esta historia con lo que imagino que ella puede pensar en su intimidad de aquel fragmento de su vida que fue cercenado hace tantos años y que ella parece no echar de menos. Un fragmento que estoy seguro que vive en ella y que he querido recrear poniéndome en su piel, su querida piel, haciendo ese acto imposible que ni ella misma sabe que intento, como no sabe que he decidido escribir estas palabras, transcribir esta historia que abulta en mi mente desde hace poco tiempo y que es un fragmento de mí mismo que necesito contar de una forma urgente, aunque no sepa por qué, aunque solo conozca el impulso que me lleva a hacerlo y que se traduce en esto que estoy poniendo en palabras.
(Continuará)
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