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PAPELES PÓSTUMOS DE "ROJO" (XLIX)




No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.

Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:

https://www.facebook.com/independiente.trashumante

Su título es:

PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)

 

 (Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)



***

 

5
 
 
- No puedo estar interesado en una persona así. Ya sé que me vas a decir que soy un poco obsesivo, como siempre. Y tienes razón en que me he obsesionado con su amistad y ahora me estoy obsesionando con no continuarla.
 
 
- Oye, yo creo que ni lo uno ni lo otro. Si te apetece hablar con él, ser ese compañero que parece que él echaba en falta, servir un poco de ayuda en su vida...
 
 
- No quiero...
 
 
- No he terminado, pero... Da igual. ¿Te gustó la película? - terció Lucía más que nada para cambiar de tema.
 
 
No me gustó nada la falta de interés por mi obsesión que ella demostraba. Yo quería que mi obsesión fuera la de ella. Imposible deseo. O no, mejor que compartiera mi obsesión desde fuera, como una confesora amable y eficaz. Y pedía demasiado, como siempre, como ella conocía que era su capacidad y su exigencia, pero no quiso regalármelo, empleó su mirada desdeñosa disfrazada de interés por algún hecho cotidiano:
 
 
- ¿Te apetece que mañana comamos pasta?
 
 
- …
 
 
- Sí, se hace rápido, nos encanta y así nos da tiempo a terminar de limpiar la cocina – me miró, seductora- y tú te luces un poco, cocinero. ¿Quieres que veamos esta noche El Albergue de la Sexta Felicidad o te parece un poco demasiado bondadosa…?
 
 
Me desarmaba cuando me proponía algo, las escasas veces que lo hacía. Había en su voz y en su actitud, un volverse hacia mí, una atención en sus ojos, una agudeza en su tono de voz, que solo podía ser respondida con mi aceptación de lo que fuera que proponía.
 
 
- Demasiado bondadosa… Demasiado simple quizá.
 
 
- No empieces. Bueno, si no te apetece busca algo tú. -Su cara había cambiado, se esforzaba por reaccionar como sabía que a mí me gustaba, y sus ojos, su piel, que parecía decaer en ese momento, decían que no había alternativa, no a la película que ella proponía sino a cualquier intercambio racional de intentar mezclar gustos, como en una buena ensalada, estropeada por quien insiste (yo) en poner demasiada cantidad de uno de los ingredientes.
 
 
(Continuará)

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