No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
***
- ¿Pero tú crees que nuestra amistad es real, la deseas, o solamente es algo que has buscado para desbaratarme? ¿Crees que yo te necesitaba –exclamé un día con malignidad-, que echaba de menos un amigo, alguien que parece envidiar mi relación con Lucía o que quiere desprestigiarla, no sé si a la relación o a ella misma? ¿Aquella mujer de la que me hablaste te hizo tanto daño que quieres vengarte en mi o en Lucía…? –y me iba desfondando mientras me expresaba con preguntas, como él; y no quería que se me notara, quería afirmar algo que lo alejara de su seguridad frágil y contundente, pero yo sabía que la falsedad que contenían mis palabras solo era reflejo de la mía propia, un escondite para mi inseguridad, como quien sabe, está seguro, que lo espera la muerte en la calle, y quiere seguir negándolo, no enfrentarse a esa guerra sucia trepando por las desvencijadas escaleras del edificio recién bombardeado y hablando con el compañero de lucha de lo que a él le obliga, de su entrega, de lo que le espera en esa calle lejos de su hogar y de lo que desea le espere en su hogar, al que no sabe si volverá, al que cree que no volverá, con una sensación de incumplimiento y satisfacción que lo deja inerme mientras se cumple la huida.
VII
Nuestra única verdad, la de cada uno de nosotros, esa que encontramos cuando dirigimos nuestra mirada ciega hacia el interior de nosotros mismos, es que estamos, no somos. Y nuestra alma en construcción se queja de esa verdad, aunque no podamos hacer nada por ella, por el alma en crecimiento, salvo, por supuesto, ofrecerle nuestro relato.
El único ser que somos mientras estamos es el relato propio, el que nos contamos a nosotros mismos a medida que olvidamos lo sucedido en cada poro de nuestra piel durante cada momento de lo vivido. Somos en el imaginado relato que, mientras estamos, narra las aventuras vividas por otro con nuestro nombre.
No queremos saber que no podremos poner la palabra fin cuando el relato termine, aunque podamos imaginar una serie de finales que adornan, sin dilucidarlas, las aventuras y desventuras que componen el relato que no podemos narrar a nadie, que solo es escuchado por la voz incierta que nos habita y que parece jugar con nuestra presencia fantasmal, la que los otros nos devuelven en su forma palpable y extraña a nosotros mismos.
Qué momentos aquellos en que atisbamos el relato de alguien con quien caminamos, momentos que superan toda emoción, que componen polípticos que superan cualquier construcción, que nos dan a conocer la materia impalpable que tenemos en común y que se disgrega en el aire como música que, acabada de nacer, se olvida. En esos encuentros, que solo la poesía es capaz de revelar, quizá se pueda desvelar el misterio de nuestra consciencia, la que compartimos unos con otros y la que somos incapaces de comunicar, encuentros llenos de energía, como agujeros negros que atraen y expulsan la esencia del universo finito, aunque inabarcable.
Estas palabras solo pretenden ser una celebración de todo aquello a lo que no podemos dar nombre, aunque podamos entrar en ello gracias a la soledad compartida que todos tenemos en común y de la que huimos, enlazadas nuestras manos, como anhelo del abrazo que el deseo nos propone y la muerte arrebata.
(Continuará)
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