Ir al contenido principal

PAPELES PÓSTUMOS DE "ROJO" (XLV)


 

 

No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.

Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:

https://www.facebook.com/independiente.trashumante

Su título es:

PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)

 

 (Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)



***

 

Al otro lado del puente todo parecía cambiar, Luis se relajó y aceleró su actividad, como si le hubieran inyectado un fármaco impulsado por un sueño. Yo comencé a sentirme inseguro, balbuceaba frente a sus afirmaciones en forma de pregunta, como siempre, encadenadas unas con otras de una forma que parecía provenir de alguien en estado de afección, como golpeado por una emoción sorpresiva que descubre que algo de su pasado cobra un sentido nuevo, algo que no le preocupaba ni le ocupaba, como abrir una ventana en una pared que un día ya poseía una, que fue cegada por unos intereses del pasado que hoy no se pudieran reconstruir, cuyas causas y sentimientos fueran indescifrables debido a las capas de tiempo, formas y acciones que se han superpuesto desde que se tomó aquella decisión. Una ventana que no podrá ser aquella que fue, que borrará recuerdos e inventará luces para gozo y sufrimiento de quienes se asomen a ella o la huyan.
 
 
- ¿Qué quiere decir el suicidio? ¿Por qué le quiero dar la palabra? ¿Y qué me importa la muerte? ¿En vida se está viviendo? ¿Por dónde seguimos caminando? ¿Te molesto con mis cosas? ¿Y si no me hicieras caso? ¿Te habías fijado en esa palmera del balcón, en el tercer piso? ¿Por qué no se dan cuenta que hay vistas infames? 
 
 
Sin respuestas, tras salir del bar, sigo caminando a su lado, callado. No parece importarle, no parece ni que quiera estar conmigo, no me parece que yo le entienda, no me parece que sea justa su soledad a mi lado. Me pregunto por dentro, una vez más, qué significa nuestra amistad. Y empiezan mis preguntas: ¿por qué busco significados? ¿qué quiero decir? ¿qué quiero hacer? ¿dónde está la vida auténtica?
Y veo a los dos solitarios, como si los contemplara desde la acera de enfrente. Nos veo. Y me deja lleno de perplejidad su caminar juntos, sin hablar ahora, con las miradas perdidas en su interior. Con las preguntas en sus miradas hacia un adelante que parece común y se encuentra aislado en cada uno, en su falta de gestos, en sus pasos pausados y firmes, en su aislarse estando juntos.
 
 
- Cuando me dijiste que yo era alguien, que no entendías mi aparente color gris quizá estabas pensando en ti mismo, en tu color, en lo que te falta y me achacas.
 
 
- No sé qué decirte, no sé si pretendes algo que desconozco, no sé si insinúas algo que me hiera o que te hiere.
 
 
- Te noto poco preciso. Pero todo tiene solución.
 
 
Nos separamos tras esas palabras. Yo, sin querer contestar, Luis sin querer añadir nada o queriendo dejar en el aire, con un semblante severo que se acentuaba en la forma de sus cejas, una figura que deshiciera nuestra amistad, la amistad que siento ahora como verdadera, sin dudas, a pesar de la frialdad con que nos despedimos. Todo nuestro tiempo parece tener sentido, no sé de qué forma, pero veo que lo tiene. Ese cruzar un puente juntos, arrastrándonos el uno al otro, sin querer ver el mismo horizonte y charlando desde dentro, desde los entresijos de quienes seamos, parece sellar una verdad que no he podido ver hasta ahora, la verdad de nuestra amistad, la que yo quise acoger negándola, sorprendido por su inicio o por la querencia que me ha arrastrado hasta él. No quiero responder preguntas sin respuesta, ya he vertido antes en estas páginas mis dudas y hoy mi duda parece haber desaparecido, como si Luis se hubiera encargado de limpiarla.
 
 
(Continuará)

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAMINO DEL FIN DEL MUNDO

Camino del desierto marroquí, desde Marrakech, uno espera encontrar cómo el paisaje se va volviendo más seco, más inhabitable, menos verde, más duro. Pero viajar consiste en asumir sorpresas constantes y, una vez más, ese camino no es lo que uno espera aunque sí algo que quizá hubiera deseado. La tremenda presencia de los cercanos montes del Atlas alimentan caudalosos ríos que dan vida a múltiples valles y poblaciones llenos de bullicio y actividad humana que, desde hace milenios, han convertido aquella región en un lugar que transforma la dureza en vida. El camino hacia lo que uno pensaba que sería la nada es un todo atractivo, único, pleno e inolvidable.

MELANCOLÍA

Uno ha disfrutado y estudiado en imágenes las obras de la Antigua Grecia antes de verlas en directo, y esa es una experiencia que le reserva algunas sorpresas, entre ellas aparece la representación de sensaciones que no esperaba, unas más comprensibles que otras, y una de las más comprensibles e inesperadas es la representación de la melancolía en una faceta serena que sorprende y atrae mucho al contemplador que intenta vivir aquellas obras como si fueran algo suyo. Clasicismo, democracia, filosofía, convivencia, origen, ciencia, historia… son algunas de las palabras que con toda naturalidad se aparecen en la mente de quien recrea la Grecia Antigua, pero melancolía… No, no es lo que uno espera aplicar a aquella cultura desaparecida aunque muy viva hoy en los entresijos de los orígenes de nuestro estar en el mundo. Pero, claro, cuando se califica una civilización desaparecida se olvida fácilmente que, en ella, como en todas las civilizaciones y culturas, como en cualquier tiempo

EL COLOR

Los que tenemos la fortuna de ver somos alcanzados por forma y color de una forma inseparable, pero el color tiene una potencia que la forma, con su delimitación aparente,  no llega a disuadir. El color parece apuntar a unas capacidades más allá de la supervivencia, esas capacidades que un día se llamaron espirituales y que hoy se podrían denominar más humanas que económicas. El color no describe, no limita, alimenta la parte que es pura visión, quiere a la sensibilidad y es capaz de negar el tacto. El blanco, la luz pura, es la suma de todos los colores. El negro, la negación de la luz, también lo es. ¿Quién puede desentrañar esa enigmática paradoja? Cada color, cada reflejo del sol o la luna en el agua, cada brillo de la piel del amado o de la amada, cada hoja viva o muerta, cada mancha del animal, cada despertar con su apertura del párpado a la luz, cada molécula visible brillando en las diferentes horas del día o de la noche... Cada partícula de color desentraña la paradoja