No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
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6
Empiezo a sentir que he vivido la vida, como si se me cerraran las puertas que me esperaban. Esas a las que me asomé y que sabía que no iba a poder abrir, que no me iba a dar tiempo a traspasar todas y cada una de ellas. No creo que a mi edad me corresponda esta especie de recapitulación vital, pero es así como me siento. ¿Dónde empieza el final de la vida, la cuesta abajo que termina en el lago de la muerte? Parece que yo me empiezo a situar en ella y quiero negarme a hacerlo, pero no puedo evitarlo, esta cabeza que nunca ha parado de pensar me regala este pensamiento que es sensación. ¿Habrá una información de los órganos que me componen que envían al cerebro para que ese aparente yo que soy comience a situarse inútilmente en esa cuesta abajo a la que no deseo asomarme?
No estoy preparado para que envejezca. Es fácil decir “quiero envejecer con ella”, de hecho, lo deseo. Pero ¿soy capaz de verla envejecer, de verla cómo pierde el atractivo de su piel para mí? ¿De sentir que su mente se convierte seguramente en lo que hubiera sido una mujer de su país, una mujer tradicional y fuerte con una moral arraigada que se enfrenta al hombre, a mí, por una cuestión de supervivencia? Y, claro, yo también envejeceré, también perderé a su lado mi lozanía, ¿eso me compensará?, ¿o solo será un consuelo flaco y macilento respecto a la pérdida de mi yo enamorado frente a ella? Sé que la seguiré queriendo y que no quiero verla envejecer, aunque no quiera vivir con ninguna otra persona mi acercamiento a la muerte, la decadencia de la juventud ¿pero, cómo traducir todo esto en el día a día con ella?, ¿y por qué me lo planteo?, ¿por qué quiero traspasar una puerta que todavía no se ha abierto? La veo cerrada, al fondo del pasillo de mi vida, esperándome. La pared a mi espalda se me acerca sin que yo pueda evitarlo. No me roza porque mis pasos nunca paran, pero mientras avanzo ella me sigue o me impulsa. Es transparente. A su través veo, cuando vuelvo la vista, muchos de los hechos del pasado, algunos los veo en el centro de la galería que queda tras la pared. Otros están pegados a los lados, como cuadros de un museo, pero también puedo ver en ellos mis sucedidos de antes, de antes del ahora. La galería del recuerdo es hermosa aunque solo poder verla de lejos, no poder recorrerla de nuevo me angustia un poco. La puerta que me espera delante mantiene siempre la misma distancia de mí, como un espejo de la configuración de la galería a mi espalda, más allá de la pared transparente, que varía según me vuelvo o mientras camino hacia delante, siempre adelante.
(Continuará)
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