No he podido, o sabido, encontrar otra forma de hacer pública mi penúltima novela que publicarla por entregas aquí.
Eso voy a hacer en los próximos días, un fragmento por día, en paralelo a mi página de Facebook:
https://www.facebook.com/independiente.trashumante
Su título es:
PAPELES PÓSTUMOS DE “ROJO” (copyright Alfonso Blanco Martín)
(Quien desee tenerla y leerla completa, no tiene más que escribirme a trasindependiente@gmail.com, o por “messenger” en Facebook, y por 10 euros (gastos de envío incluidos) se la imprimiré y se la enviaré dedicada por correo)
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Me hubiera gustado que Antonio y Carmen se enredaran en algún enfrentamiento que alejara a Carmen de mí, o que alejara mi preocupación por ella, mi propio enredarme en su existencia. Algo innecesario y banal según mi propia consideración, pero que perseguía mis horas en el trabajo. Mis horas… Las que gano y pierdo, con las que me gano la vida mientras la pierdo, para poder ser el que soy acoplado a unos horarios y exigencias alejadas de mí, que cumplen con su obligación de obligarme y me proporcionan la libertad de no implicarme. O eso creo y quiero.
Carmen tiene su cara profesional, creo que muy diferente a su cara privada. Antonio, en cambio, y para mi contento, tiene siempre su cara privada, aunque eso le aleja del respeto que necesitaría le tuvieran los demás compañeros. Esto que cuento me ha hecho recordar a Puri, la seria, cuando un día nos contó a Antonio y a mí, con toda su seriedad, que había tenido que ducharse a oscuras porque los focos de su baño contenían algo, una amenaza, un brillo que ocultaba un destino funesto.
Y yo siempre tan intenso, tan lleno de absurdas críticas y sensaciones innecesarias que me amargan esa vida profesional que, a cambio, vivo como perfecta.
Nadie soporta mi perfección, la que no poseo; es un poso que voy dejando en mis compañeros como si fuera un ser carismático no reconocido por nadie. Creo que todos ocultan un resquemor por la seguridad que no poseo y que ellos deducen de mis afirmaciones, quizá de mis silencios, tan abundantes, y de mis miradas de tímido que se ha impuesto ver en los ojos de los otros lo que le gustaría no encontrar.
Aquel día de mi propuesta sobre el informe en torno a Oriente fue el que convirtió nuestra relación en una complicidad amistosa, el que convirtió la carretera por la que caminábamos juntos, a ratos, en un camino por el fondo de un valle, junto a un suave torrente, animado por la variedad de los árboles de las riberas y por la visión de los bosques de las vertientes en un inicio de primavera. Nuestro paseo se deslizaba por el camino en suave pendiente que apoyaba nuestras palabras y recuerdos, nuestras opiniones y bromas, en un diálogo sin fin que se retomaba cada vez que nos volvíamos a encontrar.
(Continuará)
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